“Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo.” 2 Tesalonicenses 2: 13, 14
Si no hubiera ningún otro texto en la sagrada Palabra excepto éste, pienso que todos deberíamos estar obligados a recibir y reconocer la verdad de esta grandiosa y gloriosa doctrina de la eterna elección que Dios ha hecho de Su familia. Pero parece que hay un prejuicio muy arraigado en la mente humana en contra de esta doctrina. Y aunque la mayoría de las otras doctrinas son recibidas por los cristianos profesantes, algunas con cautela, otras con gozo, sin embargo esta doctrina parece ser despreciada y descartada con frecuencia.
En muchos de nuestros púlpitos se consideraría gran pecado y alta traición, predicar un sermón sobre la elección, porque no podrían convertir su sermón en lo que ellos llaman un discurso “práctico.” Creo que ellos se han apartado de la verdad en este asunto. Cualquier cosa que Dios ha revelado, la ha revelado con un propósito.
No hay absolutamente nada en la Escritura que no se pueda convertir, bajo la influencia del Espíritu de Dios, en un discurso práctico: pues “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil” para algún propósito de provecho espiritual. Es verdad que no se puede convertir en un discurso sobre el libre albedrío (eso lo sabemos muy bien) pero sí se puede convertir en un discurso sobre la gracia inmerecida: y el tema de la gracia inmerecida es de resultados prácticos, cuando las verdaderas doctrinas del amor inmutable de Dios son presentadas para que obren en los corazones de los santos y de los pecadores.
Ahora, yo confío que hoy, algunos de ustedes que se asustan con el simple sonido de esta palabra, dirán: “voy a escucharla con objetividad; voy a hacer a un lado mis prejuicios; voy a oír simplemente lo que este hombre tiene que decir.” No cierren sus oídos ni digan de entrada: “es doctrina muy elevada.” ¿Quién te ha autorizado a que la llames muy alta o muy baja? ¿Por qué te quieres oponer a la doctrina de Dios? Recuerda lo que les ocurrió a los muchachos que se burlaban del profeta de Dios, exclamando: “¡Calvo, sube! ¡Calvo, sube!” No digas nada en contra de las doctrinas de Dios, para evitar que salga del bosque una fiera y te devore a ti también. Hay otras calamidades además del manifiesto juicio del cielo:ten cuidado que no caigan sobre tu cabeza.
Haz a un lado tus prejuicios: escucha con calma, escucha desapasionadamente: oye lo que dice la Escritura. Y cuando recibas la verdad, si a Dios le place revelarla y manifestarla a tu alma, que no te dé vergüenza confesarla. Confesar que ayer estabas equivocado, es solamente reconocer que hoy eres un poco más sabio. Y en vez de que sea algo negativo
para ti, da honor a tu juicio, y demuestra que estás mejorando en el conocimiento de la verdad. Que no te dé vergüenza aprender, y hacer a un lado tus viejas doctrinas y puntos de vista, y adoptar eso que puedes ver de manera más clara en la Palabra de Dios. Pero si no ves que esté aquí en la Biblia, sin importar lo que yo diga, o a qué autoridades hago referencia, te suplico, por amor de tu alma, que rechaces lo que digo.
Y si desde este púlpito alguna vez oyes cosas contrarias a la Sagrada Palabra, recuerda que la Biblia debe ser lo primero, y el ministro de Dios debe estar sometido a Ella. Nosotros no debemos estar por sobre la Biblia cuando predicamos, sino que debemos predicar con la Biblia sobre nuestras cabezas. Después de todo lo que hemos predicado, estamos muy conscientes que la montaña de la verdad es más alta de lo que nuestros ojos pueden discernir. Nubes y oscuridad rodean su cima, y no podemos distinguir su pico más elevado. Sin embargo, vamos a tratar de predicar lo mejor que podamos.
Pero como somos mortales y sujetos a equivocarnos, ustedes mismos deben juzgarlo todo. “Probad los espíritus si son de Dios;” y si estando de rodillas reflexionando maduramente, ustedes son guiados a rechazar la elección (cosa que yo considero totalmente imposible) entonces deséchenla.
No escuchen a quienes predican la elección, sino crean y confiesen aquello que ven que es la Palabra de Dios. No puedo agregar nada más a manera de introducción.
Entonces, en primer lugar, voy a referirme a la veracidad de esta doctrina:
“de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación.”
En segundo lugar, voy a tratar de demostrar que esta elección es absoluta:
“Él os haya escogido desde el principio para salvación,” no para santificación,
sino “mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad.”
En tercer lugar, esta elección es eterna porque el texto dice: “de que
Dios os haya escogido desde el principio.” En cuarto lugar, es personal:
“Él os haya escogido.”
Y luego vamos a reflexionar sobre los efectos de esta doctrina: ver lo que produce; y finalmente, conforme la capacidad que nos dé Dios, vamos a intentar considerar sus consecuencias, y ver si en efecto es una doctrina terrible que conduce a una vida licenciosa. Tomaremos la flor, y como verdaderas abejas, vamos a comprobar si hay algo de miel allí; si algo bueno está contenido en ella, o si es un mal concentrado y sin mezcla.
I. En primer lugar debo demostrar que la doctrina es VERDADERA.
Permítanme comenzar con un argumentum ad hominem (argumento al
hombre); voy a hablarles de acuerdo a sus diferentes posiciones y cargos.
Algunos de ustedes pertenecen a la Iglesia de Inglaterra, y me da gusto
ver que hay muchos presentes hoy aquí. Aunque ciertamente digo de vez
en cuando cosas muy duras acerca de la Iglesia y el Estado, sin embargo
yo amo a la vieja Iglesia, pues hay en esa denominación muchos ministros
piadosos y santos eminentes. Ahora, yo sé que ustedes son grandes
creyentes en lo que los Artículos declaran como doctrina correcta. Les
voy a dar una muestra de lo que los Artículos afirman en lo relativo a la
elección, de tal forma que si creen en los Artículos, no pueden rechazar
esta doctrina de la elección.
Voy a leer un fragmento del Artículo 17 que se refiere a la Predestinación y a la Elección:
“La predestinación para vida es el propósito eterno de Dios, por medio
del cual (antes que los cimientos del mundo fueran puestos) Él ha decretado
de manera permanente por Su consejo secreto para nosotros, liberar
de la maldición y condenación a aquellas personas que Él ha elegido
en Cristo de entre toda la humanidad, y traerlos por medio de Cristo a la
salvación eterna, como vasos hechos para honra. De donde quienes han
sido dotados con bendición tan excelente de Dios, son llamados de
acuerdo al propósito de Dios por Su Espíritu que obra en el momento
debido; ellos obedecen el llamado por la gracia; son justificados gratuitamente; son hechos hijos de Dios por adopción; son conformados a la imagen del Unigénito Hijo Jesucristo; ellos caminan religiosamente en buenas obras, y al final, por la misericordia de Dios, alcanzan la dicha eterna.”
Entonces, pienso que cualquier miembro de esa denominación, si en efecto es un creyente sincero y honesto en su Madre Iglesia, debe ser un pleno creyente de la elección. Es verdad que si ve otras partes del Ritual anglicano, encontrará cosas contrarias a las doctrinas de la gracia inmerecida, y totalmente ajenas a la enseñanza de la Escritura. Pero si mira a
los Artículos, no puede dejar de ver que Dios ha elegido a Su pueblo para vida eterna. Sin embargo no estoy tan perdidamente enamorado de ese libro como pueden estarlo ustedes; y sólo he utilizado este Artículo para demostrarles que si pertenecen a la iglesia oficial de Inglaterra no deberían objetar de ninguna manera esta doctrina de la predestinación.
Otra autoridad humana por la cual puedo confirmar la doctrina de la elección, es el antiguo credo de los Valdenses. Si leen el credo de los antiguos Valdenses, que elaboraron en medio del ardiente fuego de la persecución, verán que estos renombrados profesantes y confesores de la fe cristiana, recibieron y abrazaron muy firmemente esta doctrina, como
parte de la verdad de Dios. He copiado de un viejo libro un de los Artículos de su fe:
“Que Dios salva de la corrupción y de la condenación a aquellos que Él ha elegido desde la fundación del mundo, no a causa de ninguna disposición, fe, o santidad que Él hubiera previsto de antemano en ellos, sino por su pura misericordia en Cristo Jesús Su Hijo, dejando a un lado a todos los demás, según la irreprensible razón de Su soberana voluntad y justicia.”
Entonces no es una novedad lo que yo predico; no es una doctrina nueva. Me encanta proclamar estas viejas doctrinas poderosas, que son llamadas con el sobrenombre de Calvinismo, pero que son segura y ciertamente la verdad revelada de Dios en Cristo Jesús. Por esta verdad yo hago una peregrinación al pasado, y conforme avanzo, veo a un padre tras otro, a un confesor tras otro, a un mártir tras otro, ponerse de pie para darme la mano. Si yo fuera un pelagiano, o un creyente de la doctrina del libre albedrío, tendría que caminar por muchos siglos completamente solo. Aquí y allá algún hereje de carácter no muy honorable podría levantarse y llamarme hermano. Pero tomando estas cosas como la norma de mi fe, yo veo la tierra de los antepasados poblada por mis hermanos; veo multitudes que confiesan lo mismo que yo, y reconocen que esta es la religión de la propia iglesia de Dios.
También les doy un extracto de la antigua Confesión Bautista. Nosotros somos Bautistas en esta congregación (por lo menos la mayoría de nosotros) y nos gusta ver lo que escribieron nuestros propios antecesores.
Hace aproximadamente unos doscientos años los Bautistas se reunieron, y publicaron sus artículos de fe, para poner un fin a ciertos reportes en contra de su ortodoxia que se habían difundido por el mundo.Voy a referirme ahora a este viejo libro (que yo acabo de publicar) y puedo leer lo siguiente:
Artículo Tercero: “Por el decreto de Dios, para manifestación de Su gloria, algunos hombres y algunos ángeles son predestinados o preordenados para vida eterna por medio de Jesucristo, para alabanza de Su gracia gloriosa; otros son dejados para actuar en sus pecados para su justa condenación, para alabanza de Su justicia gloriosa. Estos hombres y estos ángeles que son así predestinados y preordenados son particularmente e inmutablemente designados, y su número es tan exacto y definido, que no puede ser ni aumentado ni disminuido. Aquellas personas que están predestinadas para vida, Dios, desde antes de la fundación del mundo, de acuerdo a Su eterno e inmutable propósito, y al secreto consejo y buen agrado de Su voluntad, los ha elegido en Cristo para gloria eterna por Su gracia inmerecida y amor, sin que haya ninguna cosa en la criatura como una condición o causa que haya movido a Dios para esa elección.”
En lo que concierne a estas autoridades humanas, la verdad, no les doy mucha importancia. No me importa lo que digan, ya sea a favor o en contra de esta doctrina. Solamente me he referido a ellas como un tipo de confirmación de la fe de ustedes, para mostrarles que a pesar de que me tachen de hereje y de hipercalvinista, tengo el respaldo de la antigüedad.
Todo el pasado está de mi lado. El presente no me importa. Déjenme el
pasado y tendré esperanza en el futuro. Si el presente me ataca, no me
importa. Aunque un sinnúmero de iglesias aquí en Londres hayan olvidado
las grandes y fundamentales doctrinas de Dios, no importa. Si tan
sólo un pequeño grupo de nosotros nos quedamos solos manteniendo
firmemente la soberanía de nuestro Dios, si nuestros enemigos nos atacan,
¡ay! y aun nuestros propios hermanos, que debieran ser nuestros
amigos y colaboradores, no importa. Basta con que podamos contar con
el pasado; el noble ejército de mártires, el glorioso escuadrón de los confesores, son nuestros amigos; los testigos de la verdad vienen a defendernos.
Si ellos están de nuestro lado, no podremos decir que estamos
solos, sino que podemos exclamar: “Y yo haré que queden en Israel siete
mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal.” Pero lo mejor de todo es
que Dios está con nosotros.
La única gran verdad es siempre la Biblia, y únicamente la Biblia.
Queridos lectores, ustedes no creen en ningún otro libro que no sea la
Biblia ¿no es cierto? Si yo pudiera demostrar esto basándome en todos
los libros de la cristiandad; si yo pudiera recurrir a la Biblioteca de Alejandría, para comprobar su verdad, no lo creerían más de lo que ustedes
creen porque está en la Palabra de Dios.
He seleccionado unos cuantos textos para leerlos. Me gusta citar
abundantemente los textos cuando temo que ustedes pueden desconfiar
de una verdad, a fin de que estén lo suficientemente convencidos para
que no haya lugar a dudas, si es que en verdad no creen. Permítanme
entonces mencionar un catálogo de textos en los que el pueblo de Dios es
llamado elegido. Naturalmente, si el pueblo es llamado elegido, debe
haber una elección. Si Jesucristo y Sus apóstoles estaban acostumbrados
a describir a los creyentes por medio del título de elegidos, ciertamente
debemos creer que lo eran, pues de lo contrario el término no significa nada.
Jesucristo dice: “Y si el Señor no hubiese acortado aquellos días, nadie
sería salvo; mas por causa de los escogidos que él escogió, acortó aquellos
días.” “Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán
señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos.”
“Y entonces enviará sus ángeles, y juntará a sus escogidos de los cuatro
vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.” (Marcos
13: 20, 22, 27) “¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman
a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? (Lucas 18: 7) Podríamos
seleccionar muchos otros textos, que contienen la palabra “elegido,”
o “escogido,” o “preordenado,” o “designado,” o la frase “mis ovejas,”
o alguna descripción similar, mostrando que el pueblo de Cristo es
diferente del resto de la humanidad.
Pero ustedes tienen sus concordancias, y no los voy a importunar con
más textos. A través de las epístolas, los santos son constantemente llamados
“los elegidos.” En su carta a los Colosenses, Pablo dice: “Vestíos,
pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia.”
Cuando le escribe a Tito, se llama a sí mismo: “Pablo, siervo de
Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos.” Pedro dice:
“Elegidos según la presciencia de Dios Padre.” Y si vamos a Juan, encontraremos que le gusta mucho esa palabra. Dice: “El anciano a la señora
elegida;” y habla de: “tu hermana, la elegida.” Y sabemos dónde está
escrito: “La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros.”
Ellos no se avergonzaban de esa palabra en aquellos días; no tenían
miedo de hablar de ella.
En nuestros días esa palabra ha sido revestida con una diversidad de
significados, y las personas han mutilado y desfigurado la doctrina, de
tal forma que la han convertido en una verdadera doctrina de demonios,
lo confieso. Y muchos que se llaman a sí mismos creyentes, se han pasado
a las filas del antinomianismo. Pero a pesar de esto, ¿por qué he de
avergonzarme de eso, si los hombres la pervierten? Nosotros amamos la
verdad de Dios aun en medio del tormento, de la misma manera que
cuando es ensalzada. Si hubiera un mártir que nosotros amáramos antes
de que fuera llevado al suplicio, lo amaríamos todavía más mientras está
siendo atormentado.
Cuando la verdad de Dios está siendo atormentada, no por eso la vamos
a catalogar como una falsedad. No nos gusta verla en el suplicio, pe6
ro la amamos aun cuando es martirizada, pues podemos discernir cuáles
deberían haber sido sus justas proporciones si no hubiera sido atormentada
y torturada por la crueldad e invenciones de los hombres. Si ustedes
leen muchas de las epístolas de los padres de la antigüedad, encontrarán
que siempre escriben al pueblo de Dios como “elegido.” Ciertamente,
el término conversacional común usado por los primitivos cristianos
entre sí, en muchas de las iglesias, era el de “elegido.” A menudo
usaban el término para llamarse entre sí, mostrando que era una creencia
general que todo el pueblo de Dios era manifiestamente “elegido.”
Ahora vamos a unos textos que prueban positivamente esta doctrina.
Abran sus Biblias en el evangelio de Juan 15: 16, y allí verán que Jesucristo
ha elegido a Su pueblo, pues Él dice: “No me elegisteis vosotros a
mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis
fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al
Padre en mi nombre, él os lo dé.” Y luego en versículo 19: “Si fuerais del
mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes
yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.” Luego en el capítulo
17, versículos 8 y 9: “Porque las palabras que me diste, les he dado; y
ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han
creído que tú me enviaste. Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino
por los que me diste; porque tuyos son.” Leemos en Hechos 13: 48:
“Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del
Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna.”
Pueden intentar retorcer este versículo, pero dice: “ordenados para vida
eterna” tan claramente, que no cabe ninguna duda en su interpretación;
y nos tienen sin cuidado los diferentes comentarios que se hacen sobre
él. Creo que casi no es necesario que les recuerde el capítulo 8 de Romanos,
pues confío que ustedes conocen muy bien ese capítulo y lo entienden.
Fuente: sermonesbiblicos.com