Esta Biblia nos ha sido dada para que la leamos. Es un gran libro, un libro impresionante. Comencemos por el principio de la Biblia y leámosla completa, libro tras libro, desde el Génesis hasta el Apocalipsis y estudiemos el ambiente, el mensaje, y la relación que tienen cada uno de ellos con el todo. Esta será una visión como la que se contempla a través de la lente de una cámara que se acerca al objetivo y lo agranda, examinándola libro tras libro. Dicho panorama hará posible ayudarnos a entender y examinar el modelo divino de la revelación. Uno de los más poderosos e inexplicables fragmentos de evidencia sobre la verdad de la inspiración lo hallamos fijándonos en el modelo divino que encontramos en toda la Biblia. ¿Cómo puede esto explicarse aparte de Dios, que un libro tan diverso en su autoridad, escrito bajo circunstancias igualmente diversas, ofrezca un modelo tan asombroso de la verdad a menos que proceda de un autor divino?
Estamos tan familiarizados con la Biblia que a penas si nos paramos a pensar en lo antiguo que es este libro. Hay un filósofo griego llamado Herodoto, un maestro y erudito que vivió unos trescientos años antes de Cristo, al que se le llama el padre de la historia. Es el primer historiador cuyos escritos han sido conservados y han llegado hasta nosotros. Cualquiera que haya estudiado algo acerca de la historia antigua habrá oído hablar de Herodoto, pero lo más destacado acerca de la Biblia es que Moisés, que escribió los cinco primeros libros de nuestra Biblia, había acabado de escribir sus libros y llevaba mil años muerto antes de que Herodoto viese la luz del día.
Así de antiguo es el Génesis, que es el libro de los principios. Al leerlo nos sitúa de nuevo en el amanecer de la historia de la humanidad, pero a pesar de eso es tan actual como el periódico de mañana y eso es, nuevamente, una marca de la inspiración divina tras este libro, del aliento de Dios. La Biblia posee una enorme cantidad de color y vida en sus revelaciones acerca de los principios de la vida humana. Aquellos que estén familiarizados con la arqueología saben que los cilindros, las tablas de piedra y los restos arqueológicos del pasado nos permiten captar una breve imagen de los hechos más rudimentarios acerca de la vida en las tierras antiguas y tienen poco interés humano. No tienen color, ni vida, ni carne, pero al abrir las páginas del Génesis descubrimos que los hombres que hallamos en ellas cobran vida. Abraham es más conocido que algunos de nuestros más familiares lejanos. Isaac y José, además de otros, son nombres muy conocidos para nosotros y hasta tenemos la impresión de que estamos hablando de personas que conocíamos en nuestro lugar de procedencia. A nosotros nos resultan así de próximas porque este libro las ha conservado de una manera tan maravillosa, dándoles color, profundidad, volviéndolas de carne y hueso, además de mostrar su modo de vida en aquellos días.
El Génesis no es solo historia porque evidentemente sería de poca importancia para nosotros de ser solo eso, pero el libro del Génesis es uno de los más tremendos mensajes que puedan pronunciarse en una sola declaración, que nos revela la insuficiencia del hombre sin Dios. Ese es el único propósito del libro y por ello es la nota clave de la revelación posterior de Dios. Revela que el hombre no puede nunca estar completo sin Dios, que no puede nunca descubrir ni cumDiosplir con el verdadero significado de la vida sin tener una auténtica relación personal con un Dios que more en él.
La insuficiencia se nos muestra en tres ámbitos, ámbitos en los que todos nosotros vivimos. Primero en el ámbito de las relaciones naturales, por medio de lo que llamamos las ciencias naturales: la cosmología, el estudio del universo, su origen y composición; luego la geología, acerca de la tierra, en sus multiformes aspectos, acerca de los cuales creemos conocer tanto en la actualidad y la biología, el estudio de la vida misma en todas sus manifestaciones. Estas relaciones naturales son las que circunscriben nuestro contacto con el mundo físico que nos rodea.
El segundo aspecto es el ámbito de las relaciones humanas, que abarcan lo que llamamos sociología, psicología, psiquiatría, juntamente con otros «psicos a los que tanta importancia se concede hoy. Y finalmente, el ámbito de las relaciones espirituales, es decir, la teología, la soteriología y la filosofía. En relación con cada uno de estos aspectos vitales, incluyendo muchos de los detalles que nos interesan, el libro de Génesis revela que el hombre separado de Dios es totalmente insuficiente. Este mensaje resuena a lo largo de todo el libro como si fuese una campana.
Permítanme mostrarles lo que quiero decir. Los dos primeros capítulos tienen que ver principalmente con el mundo de la naturaleza. Este libro comienza con el hecho material más importante de nuestro mundo hoy, el hecho de que vivimos en un universo. Somos conscientes de ello cuando nos colocamos bajo las estrellas, en número interminable, como luces brillantes en los cielos y nos maravillamos ante el movimiento de los cuerpos celestiales, algo que el hombre ha contemplado con reverencia y un espectáculo ante el que se ha quedado maravillado durante siglos.
Hemos comenzado por fin a investigar en el universo a nuestro alrededor y hemos descubierto que vivimos en una gran galaxia, un cuerpo difuso de estrellas y de planetas, en el que hay millones de ellos. Nuestra propia galaxia se encuentra a trescientos mil años luz y para nosotros no es más que nuestra base en el universo. La primera base se encuentra allá afuera y el centro campista está mucho, mucho más allá. En este gran estadio de fútbol, sabemos que hay más de un millón de bases allá en el espacio y que existen galaxias como la nuestra. Nos quedamos alucinados cuando nos ponemos a pensar en ello, a pesar de lo cual las escrituras comienzan con estas palabras, desde la primera palabra misma. «En el principio creó Dios los cielos y la tierra –y al hombre. Esa es la historia del principio–de Génesis.
Nos encontramos en un universo que es realmente un misterio para nosotros. Sabemos muy poco acerca de él y en cualquier dirección que decidamos seguir no tardamos en llegar a un punto en el cual no podemos seguir más adelante. En cierta ocasión estaba hablando con un físico nuclear y me estaba contando algo acerca de la complejidad del núcleo del átomo. Me dijo que se había vuelto tan «astronómicamente complejo que no podemos ni siquiera empezar a entender todo lo que estamos descubriendo acerca de los elementos fundamentales sobre el tema. Es justo en este punto en el que empieza la Biblia a ofrecernos respuestas a las preguntas a las que no pueden contestar los científicos. ¿Qué es lo que hace que funcione el universo? ¿De dónde salió? ¿Quién nos creó? ¿Para qué estamos aquí? Y a pesar de que el estudio del universo es el tema actual de la ciencia, esta no ha encontrado respuesta a ninguna de estas interrogantes.
Ahora bien, el Génesis ofrece las respuestas a estas preguntas, las únicas respuestas adecuadas. Nos revela que la clave de la vida humana, incluyendo el universo material y el misterio de nuestra propia naturaleza, además del ámbito invisible de la vida espiritual, acerca de las que sabemos tan poco, es espiritual y no física ni material. Por eso es por lo que nunca podremos conocernos a nosotros mismos, al universo ni a Dios estudiando la naturaleza, de ese modo no lo entenderemos nunca y acabamos por encontrarnos ante una puerta cerrada. Se vuelve tan complejo que no lo podemos captar. ¿Por qué? Porque la Biblia nos dice que la clave se encuentra en el ámbito espiritual. Cuando cogemos este libro y lo abrimos, descubrimos que vamos más allá de todos los descubrimientos de la ciencia actual para introducirnos en un aspecto al que todavía no ha llegado la ciencia, en el que obtenemos las respuestas a estas preguntas.
Fuente: Ministros.