Las fiestas de Navidad representan días muy especiales en el calendario cristiano, días en los que cada familia celebra la ocasión de acuerdo con sus propias tradiciones y cultura. Puede haber muchas variaciones entre la importancia que se da en cada hogar al intercambio de regalos, a comidas especiales y a la reunión de familiares y amigos. Igualmente, se observan distintos enfoques con relación a las tradiciones religiosas no bien representadas en la Biblia y perspectivas seculares, como en el caso del arbolito adornado, el Papá Noel o la visita de los Reyes Magos.
El niño cristiano observa que, entremezclados con todos los eventos especiales de estas fiestas, están el pesebre y el recuerdo del nacimiento de Jesús. En general, nadie hace un esfuerzo para explicarle qué relación puede tener una cosa con la otra, y, como resultado, el niño va sacando sus propias conclusiones, las que a menudo son distorsiones que impiden una correcta comprensión de este evento tan importante.
Esta confusión se puede detectar, a veces, en los dibujos que los niños hacen sobre la Navidad, en donde mezclan temas seculares y de tradiciones religiosas no bien representadas en la Biblia. Un niño dibujó un pesebre con José, María, el niño Jesús, los pastores y algunos animales, pero agregó a su dibujo un avión volando sobre la escena del pesebre con el piloto dibujado con cuidadoso detalle. Cuando se le preguntó sobre el avión, su respuesta causó mucha gracia.
-Aquel es Poncio Piloto y su avión -dijo el niño con absoluta seguridad.
Otro niño incluyó la figura de Papá Noel en su dibujo del pesebre. Su explicación también fue lógica.
-Él es Papá Noel -dijo-. Es el padre del niño Jesús.
Podemos conformarnos con decir que sólo hace falta explicarle mejor al niño el rol de cada personaje que forma parte de la celebración de las fiestas navideñas, pero creo que nosotros, que nos llamamos cristianos, debemos considerar más a fondo la importancia de todo lo que está representado por la Navidad. Cuando celebramos esta fiesta, debemos diferenciar cuidadosamente lo que son las tradiciones religiosas no bien representadas en la Biblia, lo que es simplemente secularización y consumismo y lo que es la verdadera historia bíblica sobre el nacimiento de Jesús.
Las tradiciones de la Navidad
Algunas tradiciones de la Navidad, como, por ejemplo, el arbolito con luces y adornos o la leyenda de Papá Noel, no tienen mucha relación con el verdadero motivo de la Navidad, el nacimiento de Jesús. El intercambio de regalos y la celebración de la visita de los Reyes Magos se pueden relacionar con mayor facilidad con el relato bíblico. Creo que en los festejos que celebra la familia cristiana, y también en los programas especiales en la iglesia, se puede mantener una clara distinción entre las dos cosas si uno se cuida de explicar a los niños cada elemento, aclarando las diferencias. Por ejemplo, podemos aclarar que el arbolito con sus luces y adornos tuvo su origen en Europa, probablemente en Alemania, en donde abundan los bosques de cedros y pinos.
Es fácil aclarar que, para los cristianos, las lucecitas eléctricas que se acostumbran usar para adornar el árbol en reemplazo de las tradicionales velas pueden representar a Jesús como la luz del mundo. Si la iglesia tiene la costumbre de colocar un arbolito dentro del salón de cultos, se pueden incluir adornos hechos por los niños que tengan algo representativo de la verdadera razón de la Navidad. De esta manera, se puede relacionar lo tradicional con lo bíblico.
El intercambio de regalos es también un elemento tradicional. En algunos países y culturas se acostumbra hacer el intercambio de los regalos en la Nochebuena. En otros, el énfasis mayor se hace en el Día de Reyes, cuando se dejan los zapatos fuera de la puerta del dormitorio de los niños para que los “Reyes Magos” dejen un regalo, si se han portado bien durante el año. En otras culturas hacen mayor énfasis sobre Papá Noel, quien supuestamente hace la entrega de regalos a las casas. En cuanto a esta costumbre de intercambiar regalos, se puede hacer una relación con la venida de Jesús enfatizando que él llegó al mundo como el “regalo de Dios” para todos, y que en honor al día de su nacimiento, nosotros también nos hacemos regalos.
Sin embargo, el problema surge con la costumbre de presentar a Papá Noel y a los Reyes Magos como personajes reales que traen los regalos a los niños. Esta tradición es querida entre los cristianos, como también entre las personas que prestan poca atención al nacimiento de Jesús. He estado presente cuando personas cristianas han discutido acaloradamente sobre si se debe decir a los niños que son personajes ficticios o no. Pero aquellos que quieren mantener con los niños el misterio de la existencia de “Santa Claus”, ignoran la trampa que están elaborando al no poder respaldar su insistencia con algún razonamiento lógico. ¿Qué dirán cuando el día de mañana su hijo se entere que todo ha sido una mentira? Creo que esto es más serio que el simple descubrimiento de la verdad por el niño.
Pone en duda la honestidad y confiabilidad de los adultos que le han mentido sobre algo que es, en realidad, fantasía. Varias personas adultas me han comentado sobre su gran desilusión cuando se enteraron que sus padres siempre les habían mentido sobre los Reyes Magos o Papá Noel, y cómo esto les sembró dudas sobre lo que decían sus padres acerca de la existencia de Dios. Otros, en cambio, me han dicho que no tuvieron grandes problemas cuando se dieron cuenta de que habían creído en una gran fantasía. Para ellos, fue nada más que un paso importante en el proceso de madurar como personas. Pero me han comentado:
-Me di cuenta de que no debería ser tan ingenuo -decían-. Aprendí a no creer todo lo que me decían mis padres.
Este aspecto, a mi modo de ver, es algo crucial. Cuando se trata del proceso de formación espiritual de los niños, la ingenuidad de los niños es la característica que yo debo cuidar y proteger como parte de mi responsabilidad para con ellos delante de Dios. Ellos son inocentes e ingenuos, porque son niños. Dios los creó así. No nacen llenos de desilusiones y dudas, porque el deseo de Dios es que sean criados en la verdad por personas que son confiables en hablar y vivir la verdad siempre. Además, los niños tienen una enorme capacidad de creer.
Según Jesús, esta capacidad es una de las características que nos sirve de ejemplo para entrar en el reino de Dios. Es por eso que digo que yo, como la persona que representa una fuente de verdad, tengo una responsabilidad especial para con el niño en medio de las múltiples confusiones de su vida. No le voy a mentir, porque quiero ser coherente con él en cuanto a mi confiabilidad. Esto no quiere decir que ande por ahí en una campaña para desacreditar a los padres que han querido crear esta ilusión navideña para sus hijos en cuanto a Papá Noel o los Reyes Magos. Si los niños me preguntan sobre el asunto, les digo que ésa es una pregunta que debe hacerse a los padres. Pero, cuando mis hijos me preguntaron sobre el tema, les dije la verdad.
Debo explicar que en cuanto a Papá Noel (Santa Claus), el origen de la leyenda se basa sobre la vida de un obispo del país de Turquía, quien vivió en el cuarto siglo después de Cristo. Se llamaba Nicolás y se destacaba por su generosidad en ayudar a quien pudiera, especialmente a través de regalos que hacía a las personas pobres y necesitadas. Pero lo hacía en forma secreta, porque era un hombre sumamente tímido. Después de su muerte, las historias acerca de sus buenas obras se diseminaron alrededor del mundo y la leyenda llegó a nuestra época moderna con el nombre de “San Nicolás” o “Papá Noel”.
En nuestra familia, incluíamos a Santa Claus en nuestra celebración navideña, identificando algunos regalos como si fueran de él. Los niños sabían que, si el regalo llevaba su nombre y decía “De Santa Claus”, iba a ser algo gracioso que carecía de mucho valor. De esa manera, la leyenda estaba presente en nuestra celebración, pero no había ninguna necesidad de crear toda una historia que no era verdad. Hacíamos lo mismo con los Reyes Magos, y los niños dejaban sus zapatos fuera de la puerta como lo hacían otros, pero sabiendo que éramos nosotros, sus padres, los que les dejábamos los regalos. Tratamos de enseñar a nuestros hijos la necesidad de respetar la postura de otros sobre estas tradiciones, pero tengo que admitir que en algunas ocasiones surgieron circunstancias algo complicadas respecto a esto. En una ocasión, cuando nuestro hijo Pablo tenía seis años de edad, estábamos de visita en los Estados Unidos para la época de Navidad. Un hombre de edad lo observó mirando una vidriera llena de juguetes.
-Y, ¿qué quieres que te traiga Santa Claus? -le preguntó amablemente.
Pablo me miró atónito. Por suerte, me habló en español y el hombre no lo pudo entender.
-Mamá -exclamó enfáticamente-, ¿me vas a decir que este viejo todavía no sabe que Santa Claus no existe?
Personalmente, por las razones que he señalado, tengo mis reservas sobre la inclusión de la figura de Papá Noel en las fiestas que se hacen en la iglesia. Prefiero pensar que todo lo que enseñamos y predicamos en la iglesia se puede aceptar como verdad por los niños, como también por los grandes. Si un hombre conocido por los niños se disfraza de Papá Noel, para luego mostrarse como una persona que ellos conocen, el efecto para los niños es diferente, porque no queda la sensación de engaño. Lo que encuentro problemático es la necesidad de mentirles sobre algo que se está llevando a cabo dentro de la iglesia, sólo para conservar una fantasía que algunos consideran importante. Al decir esto, corro el riesgo de la desaprobación de muchos, pero para mí, personalmente, creo que la verdad siempre es un asunto importante.
La comercialización de la Navidad
Otro aspecto de las fiestas navideñas es la necesidad de reconocer la enorme comercialización que ha adquirido esta época del año. Se puede enseñar a los niños que el verdadero espíritu de Navidad radica en el deseo de dar con generosidad a los que tienen necesidad, y no de comprar y adquirir en forma egoísta. Por supuesto, no es un pecado dar y recibir regalos, pero nosotros los cristianos deberíamos hacerlo con moderación. El maestro puede involucrar a su clase en proyectos de ayuda a familias con necesidades especiales fuera de la iglesia. Remarco el hecho de que deben ser proyectos fuera de la iglesia, porque a veces los niños de una familia que forma parte de la iglesia pasan vergüenza frente a los demás al ser identificados como necesitando recibir ayuda especial para poder celebrar la Navidad.
El significado bíblico de la Navidad
La época de las fiestas es una oportunidad maravillosa para celebrar lo que significa ser el pueblo de Dios, redimido por Cristo, cuyo nacimiento celebramos en esta fecha. En medio de las festividades, el maestro debe buscar oportunidades para celebrar el verdadero significado de la Navidad con sus alumnos. Lo puede hacer de muchas maneras: por la confección de adornos significativos para el arbolito, por la enseñanza de canciones y villancicos de la época, por la dramatización de los eventos del relato bíblico, por la preparación de regalos para otros niños necesitados, o por programas y fiestas dentro de la iglesia que incluyan a otros niños invitados por los alumnos con la finalidad de evangelizarlos.
Para los niños más pequeños, el maestro puede utilizar un pesebre formado de títeres de dedo o de figuras hechas de tela que los niños pueden manipular mientras se cuenta la historia del nacimiento de Jesús. Algunos maestros hacen énfasis en la fecha identificándola como “el cumpleaños de Jesús”, cosa que representa un festejo que todos ellos pueden entender. En estos casos, el maestro debe estar preparado para contestar las preguntas sobre cuántos años tiene Jesús, y la razón por la cual no ha llegado a la fiesta, etcétera. Éstas son reacciones normales de esta edad por la forma literal de pensar de los niños pequeños. Todas estas actividades echan fundamentos firmes en los recuerdos de los niños en cuanto al significado verdadero de las fiestas navideñas.
En todo el transcurso de la época navideña, hermosa en sus dimensiones de significado para el creyente y rica en las tradiciones acumuladas a través de siglos y culturas, el maestro tiene oportunidades únicas de hablar a los niños del amor de Dios hacia nosotros demostrado en el nacimiento de Jesús. En todas estas oportunidades también tiene preciosos momentos para escucharlos. Si escucha con atención, podrá aclarar cualquier confusión que puedan tener sobre la relación entre lo secular y lo bíblico, entre la realidad y la fantasía. Al contestar sus preguntas, podrá ayudar para que el niño celebre la Navidad en un verdadero espíritu de amor y adoración a Dios.
Fuente: www.publicaciones.net