Cuando el éxito cierra la puerta.

, de triunfar. Todo joven sueña con llevar a cabo ambiciosos proyectos y alcanzar grandes metas.

Aún pasados los años, cuando muchos hombres han perdido la esperanza de lograr sus sueños, ese anhelo por el éxito permanece allí. ¿POR QUE? Debemos entender que Dios mismo puso en el hombre una necesidad de lograr, de producir, o en términos bíblicos, de ser «fructífero». Su mandamiento a la primer pareja, «Fructificad y multiplicaos», no se refería sólo a la reproducción de la especie.

El les había dotado de grandes habilidades y promesas y los había puesto en medio de un lugar lleno de recursos y oportunidades; ¡Dios quería que hicieran grandes cosas con la vida y los medios que les había proporcionado!

LA BASE DEL EXITO DE DIOS. Al leer el relato de la creación encontramos que lo primero que Dios hizo con el hombre fue bendecirlo. Génesis 1:28 inicia con: «Y los bendijo Dios. Antes de que hicieran bien o mal, antes de darles mandatos o instrucciones, Dios los «bien dijo». Declaró que les iría bien, que su favor estaría sobre ellos, que él los ayudaría, que tendrían autoridad, que nada les faltaría…

De igual manera contigo. Cuando tú naciste de nuevo, antes de que hicieras buenas obras, antes de que entendieras o practicaras los mandamientos de Dios, él te bendijo.

Su bendición es tu fundamento para tener éxito en la vida. Jacob, el hijo del patriarca Isaac entendía esto. Tenía posesiones, privilegios, etc., pero le faltaba la bendición. El entendía que ésta haría la diferencia en su vida, es por eso que se valió de tretas y engaños hasta lograr que su padre pronunciara su bendición sobre él: «…Dios, pues, te dé del rocío del cielo. Y de las grosuras de la tierra. Y abundancia de trigo y de mosto. Sírvante pueblos. Y naciones se inclinen a ti… Malditos los que te maldijeren, y benditos lo que te bendijeren». (Génesis 27:27-29).

Ahora bien, las palabras que Isaac habló sobre Jacob fueron más que los buenos deseos de un papá; fueron una declaración profética, proveniente del espíritu de Dios, palabras saturadas del poder creativo de Dios mismo.

Jacob sabía que no dejarían de cumplirse… Sin embargo, faltaba algo. Jacob había obtenido la bendición del Cielo, pero su padre no lo había bendecido a él.

Desafortunadamente, este es el caso de muchos hombres. Nunca han escuchado de la boca de su padre natural palabras de bendición. Sólo insultos o críticas, ofensas o indiferencia. Por eso batallan para creer que su Padre celestial verdaderamente los ha bendecido. Como resultado, muchos fracasan en la vida cristiana.

Isaac se dio cuenta que el Altísimo tenía su mano sobre Jacob y días después, lo volvió a bendecir, pero ahora conscientemente: «Y que Dios omnipotente te bendiga y te haga fructificar y te multiplique, hasta llegar a su multitud de pueblos; y te dé la bendición de Abraham, y a tu descendencia contigo, para que heredes la tierra en que moras, que Dios dio a Abraham». Génesis 28-34 Jacob había obtenido la bendición. Sin merecerla.

Igual que tú. Se fue de Canaán con las manos vacías, pero bendito. La bendición haría que su vida fuera diferente, sería una vida fructífera, ¡triunfaría!

UNA PERSPECTIVA CORRECTA. Para alcanzar el éxito en Dios es esencial entender su perspectiva al respecto. Para el hombre moderno el éxito se mide por la cantidad de bienes materiales que acumule, el dominio que ejerza sobre los demás y la fama que alcance, y por lo tanto, está dispuesto a sacrificar sus valores, su familia, su salud, etc., con el fin de obtenerlo.

Los medios de comunicación constantemente promueven esta mentalidad con sus imágenes de gente rica, con su obsesión por los famosos y los poderosos. Como resultado la sociedad moderna vive insatisfecha, autodestruyéndose por las ansias de un éxito malentendido.

Como seguidores de Cristo no podemos acceder a esa mentalidad; a la vez, tampoco debemos renunciar a un sano anhelo de lograr y triunfar.
Dios creó a cada individuo con propósitos y objetivos particulares. Es su intención que cada uno de sus hijos logre dichos propósitos. El éxito según Dios, por lo tanto, consiste en que tú alcances aquello para lo cual fuiste creado. Punto.

No se mide el éxito o la productividad tuya por la de otros, sea menor o mayor. No se mide el valor de tu contribución a la vida por cómo se compara a lo que otros han hecho. Se mide en referencia a lo que el Señor ha querido que tú hagas, en tu familia, iglesia, trabajo, etc..

En la parábola de los talentos, el Señor le dio el mismo elogio (Bien, buen siervo y fiel…» (Mateo 25:21-23), al siervo que produjo cinco talentos, como al que produjo dos. ¿La razón? Ambos cumplieron la tarea que se les había asignado. ¿Has recibido tú la bendición de Dios? ¿Has abrazado lo que él ha preparado para tí? Quizás no tengas la bendición de tu padre natural. Quizás no tengas los talentos o recursos de otros. Pero el Padre te ha recibido…
…Y te ha bendecido y ha determinado que triunfes porque eres su hijo.

* Fuente:
Extraído de la publicación «De Hombre a Hombre»
Instituto de Fomento Familiar. VOLUMEN 11. México
Año 1997.-